Acabo de volver de un reencuentro con Barcelona, después de unos años. Me gusta esa ciudad, también con sus cambios, aunque esos nunca se sepa muy bien en qué medida pertenecen al escenario y en cuánto responden a la transformación de la mirada propia. Entre muchas oportunidades, pude visitar una exposición de Robert Capa. Me encantó. Acabó atrapándome media mañana y me obligó a cargar varias horas más con el catálogo. Ahora que lo tengo delante, me parece que mereció la pena, porque atrapa el espíritu de una exposición que palpita periodismo.
«¡Esto es la guerra! Robert Capa en acción» recupera los negativos, las notas mecanografiadas o manuscritas en las que el fotógrafo explicaba el contexto de las imágenes o las publicaciones originales que solían destacar el nombre del autor, aunque se tratara de un joven desconocido que había aterrizado en la Guerra Civil española con poco más de veinte años. Y con ello, deja al descubierto la picaresca de los editores, que unas veces se saltaban la percepción del autor dando un corte inapropiado a la foto, otras colocaban pies de foto con conclusiones equivocadas y en ocasiones hacían buena la manoseada invocación de no dejar que la realidad estropee una noticia.
Están las fotos de 1936, entre ellas la famosa del miliciano muerto en Cerro Muriano, en Córdoba, que todavía sigue dando qué hablar y qué escribir y que ha servido de imagen de presentación a esta exposición, que recoge otras posteriores de la guerra española, hasta las estremecedoras de los refugiados en Barcelona, y otras guerras de Robert Capa. La exposición me sabe a las viejas películas de blanco y negro con periodistas de sombrero y lápiz, que recurrían a los trucos que hiciera falta para conseguir la noticia o para llegar los primeros. O para aparentar una cosa o las dos.
Entre las historias de Capa que se cuentan en esta muestra atrapa lo que ocurrió con sus fotos del desembarco del Normandía. El ‘día D‘ estuvo allí y consiguió que llegaran a Londres los carretes. Con el cierre apremiando y sin posibilidad de eludir el trámite obligatorio de la censura gubernamental, en la redacción de la revista Life se pusieron manos a la obra con los rollos, eran cuatro y habían salvado un camino difícil, pero aún tenían que sobrevivir a un enemigo más traicionero: las prisas. En el proceso de revelado llegaron a ver el contenido de los negativos y a apreciar que las fotos eran fabulosas, pero se expusieron demasiado durante el secado y la emulsión que cubría la película se derritió con el calor. Sólo se salvaron once fotos, con mucho grano y borrosas. Se publicaron con un pie de foto en el que los editores intentaron justificar el error casero con uno de esos trucos que tanto recuerdan a esos antihéroes del cine del que antes hablaba: «La enorme emoción del momento hizo que al fotógrafo Capa se le moviera la cámara, dejando la foto borrosa», decía el pie de una foto de media página en la que un soldado americano intenta alcanzar la playa el día del desastre.
Esa foto es, como la del miliciano español, historia del periodismo. Capa fue uno de los iniciadores del fotoperiodismo y un mito. Puede que contribuyera que en 1954, a los 41 años, se despidiera de todos los frentes en Indochina, donde estaba trabajando para Life. Acababa de dar su último paso sobre una mina.
La exposición de Barcelona recupera además una figura casi desconocida. La de Gerda Taro, su compañera de juventud con la que compartió vida y aventuras fotográficas. Con una perspectiva diferente, ella se apostó con frecuencia en otro ángulo; se fijó mucho en las mujeres y se acercó también a los hospicios, repletos de niños perdidos y de miseria. En sus fotos de batalla, Gerda nos involucra en la acción hasta que las balas llegan a silbar, hasta que se siente el calor de la sangre que se derrama. Las imágenes explican que su autora muriera en la batalla de Brunete, cuando un tanque se la llevó mientras trabajaba desde el estribo de un transporte. Fue la primera fotógrafa muerta en una cobertura de guerra. Era 1937 y no había cumplido los 27 años. Capa vivió después con intensidad, tuvo tiempo de fundar con otros fotógrafos la mítica agencia Magnum, pero cuentan que nunca superó del todo la dramática pérdida de su pareja.
La historia, de indiscutible fuerza pasional, y las fotos, magníficas, con el material que las explica y las acompaña justifican una visita a la exposición. Mejor incluso si obliga a viajar a Barcelona, porque puede ser una excusa oportuna para hacer algo que no debería requerirla. En alguna ocasión he comentado que la fotografía me parece la cara más desnuda del periodismo. Hay ocasiones grandes que me refuerzan en esa convicción.
La exposición «¡Esto es la guerra! Robert Capa en acción» se puede visitar en el Museo Nacional de Arte de Catalunya hasta el 27 de septiembre, junto con la primera retrospectiva de Gerda Taro. Está organizada por el Internacional Center of Photography de Nueva York en cuya página web hay un interesante apartado sobre la Maleta mexicana, los negativos de Capa y Taro que aparecieron por sorpresa en diciembre de 2007. Esta exposición se inició en Nueva York en 2007 y ha recorrido Londres y Milán. Tras su paso por Barcelona se clausurará en Rotterdam.
En los últimos días El Periódico de Catalunya ha dedicado un amplio espacio, con editorial incluido, a la foto del miliciano de Capa. No es el primero y es probable que no sea el último medio en intentar demostrar que la foto no es real. Dejo el enlace a la primera entrega de la información. La cobertura, a mi juicio desmesurada, continúa en los días siguientes.
El Periódico y la historia de la foto del miliciano
(Las imágenes de este post pertenecen al material de prensa elaborado para la exposición por el Internacional Center of Photography)