La convicción de que en los cálculos de futuro de quienes toman las decisiones estratégicas figuran las tierras de Talavera como despoblados, me viene de atrás y se me reafirma con el paso del tiempo. Hablo de La Jara y La Sierra de San Vicente, pero también de la Campana de Oropesa y de esas otras tierras que se alargan más allá de las fronteras administrativas de la provincia, pero que están dentro de su ámbito de influencia y de su identidad.
No encuentro otras explicaciones a la política que se ha seguido con esta zona y que se asemeja mucho a una liquidación por cierre. La era de la descentralización ha traído más abandono, ahora desde más cerca, y con ello más despoblamiento. Mi impresión es que en el mapa de futuro, esta zona será una de esas calvas que le van saliendo a la España de interior, como ya lo son parte de las provincias de Guadalajara y Cuenca. Por eso, y también porque les hemos salido tan mansos como esperaban, se ha llegado a la funesta conclusión de que aquí no se necesitan recursos vitales como el agua. De hecho, en la Campana hay quince mil almas que hace varios meses dejaron de tener agua potable y, a ratos, hasta agua corriente, porque la que les queda cerca se parece a la de cualquiera de los cauces que, debiendo regarlas, pasan de largo por estas tierras: o ha dejado de pasar o es inmunda.
Que en estas circunstancias haya que asistir a la enésima amenaza sobre un trasvase del Tajo medio, clama al cielo más que de costumbre. También porque esta vez la amenaza no va de farol; si la Junta de Extremadura se va a gastar 450.000 euros en estudiar un trasvase del Tajo medio al Levante y otra derivación interna, caben pocas posibilidades de que vaya a darse a sí misma la respuesta de ocasiones precedentes: no es viable. Que no es sostenible ni lógico, no hace falta que lo diga ningún estudio multimillonario. Una mirada basta. Pero los razonamientos políticos van por otros derroteros y esos los explicaba muy bien, hace unos meses, María Soledad Gallego Bernard en un artículo publicado en Hoy, «¿De quién es el Tajo?», que conviene refrescar y del que me quedo, sobre todo, con la valía de la conclusión:
En lugares de poca población, es vital la información y el apoyo externo, para contrarrestar la fuerza y las presiones económicas y políticas de los usuarios de otras regiones dispuestos a llevarse como sea el agua de otras zonas, cueste lo que cueste al resto de la sociedad […] (Diario Hoy, 14 de marzo de 2009)
La Junta extemeña está comandada por el PSOE, al igual que el Gobierno central, que no parece que vaya a poner muchos reparos a esta iniciativa. Del otro lado, del PP, se han atrincherado en el discurso de que lo mejor era su Plan Hidrológico Nacional que derogó Zapatero nada más llegar a La Moncloa. Cada vez que lo dicen, habría que recordar que ese era el Plan que contemplaba la presa de Monteagudo, en el mismo Tajo medio, pero reventando un pulmón de las tierras talaveranas.
Unas tierras que no parecen contar para nadie que no se acerque con intenciones buitreras, ni para nada que no sea expoliar, a la vista de los planes varios que se han pensado sobre su territorio, a cual más dañino. Consentir el expolio del agua equivale a firmar el acta de defunción de la zona hasta ahora menos amenazada de la comarca, la Campana de Oropesa, y, es probable, que también de la más castigada, La Jara. Esto no es una refriega entre partidos, ni una lucha de poderíos autonómicos. Esto es una cuestión esencial, de supervivencia pura y dura.
El activismo de los columnistas de La Tribuna en la defensa de lo nuestro está sobradamente acreditado. Además, aportan información valiosa:
Miguel Ángel Sánchez: Empieza el baile. Es muy recomendable una visita a su blog, que, como su columna semanal, se llama Querencias
Ángel Monterrubio: Algo habrá que hacer