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Posts Tagged ‘Madrid’

He hablado en otras ocasiones de Madrid, mi Madrid, el foro, la ciudad con un latido rotundo en la que crecí, de edad y como persona, y a la que sigo volviendo casi sin dejarla. En los últimos meses, he estado en Madrid con mucha más frecuencia todavía de lo habitual y he recuperado ese sabor de ciudad irreverente, alternativa, mosaico y, sobre todo, libre. Por temporadas Madrid ha padecido la incomprensión de quienes han recibido la encomienda de su gobierno, pero tengo la impresión de que la personalidad de la propia ciudad, tan diversa, ha acabado por imponerse a la de sus gobernantes.

Del Madrid de Carlos III, de Tierno, de Gallardón se ha transitado al Madriz de los madrileños, que llevan en su libertad el privilegio de haber nacido en cualquier otro sitio. Lo he contado otras veces aquí mismo, me apasiona Madrid y aprendí a saborearla aún más después de una primera visita a Nueva York. En el latido callejero de las ciudades se siente su verdadero ser y el de Madrid es tan fuerte, tan personal, que resulta imposible resistirse a tomarle el pulso.

A eso se dedican algunos lugares especiales que se han colocado la ´zeta´ con la que los madrileños llaman a su ciudad (su ciudaz, más bien), para promocionar una dimensión de Madrid que no aparece en las guías turísticas. La que palpita en sus calles, en sus tiendas, en sus bares y hasta en sus genuinas cañas, tiradas como sólo en Madrid saben hacerlo. Seguramente también tenga inconvenientes, pero permitanme que hoy no me apetezca verlos. Prefiero recomendar un paseo por la Madroñosfera de Madrid me mata o una visita a cualquier esquinazo del Madriz 2.0. Con zeta, naturalmente.

Aquí dejo un pedacito de mi Madriz, sin afán artístico. Mi primer vídeo desde el iPhone.

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Hay gestos mínimos, que en momentos inciertos te ayudan a anclarte al mundo. Llegan cuando deben, sin que se les espere, y se deslizan con la sutileza de un suspiro. Sólo cuando se han colado dentro te das cuenta de que eran rabiosamente imprescindibles y de que no cabía un instante más de espera, porque te habrías ahogado. Tengo pocos espacios en los que hablo en primera persona, por eso es mejor que diga que uno de esos gestos menudos ha ido a caer en el epicentro de donde estaba necesitando sentir quién he sido y quién, en esencia, no he dejado nunca de ser.

No conozco ancla más fuerte que la amistad y los años convierten las amistades antiguas en cimientos. Recios, hondos, auténticos. Llevo días ensimismada por el redescubrimiento de ese principio elemental y en recorrerme en todas direcciones las páginas de un libro. Me han regalado dos en una semana, ambos muy deshojados ya, porque los libros son de los regalos que más aprecio.

«¿Y si pongo una palabra?» (Editorial Demipage. Madrid, 2009) es un libro pequeño, muy especial en todo. Recoge canciones escogidas de Antonio Vega y cubre el desnudo de la música con una juguetona composición tipográfica. Se había terminado sólo unos días antes de la muerte del artista, pero no he sabido de su existencia hasta ahora. Me parece un libro hermoso, en todos los sentidos, que sólo podía llegarme por alguien que me conocería de tiempo atrás o lo bastante para saber que Antonio, su música, su historia, llegó a ser una pieza en el puzzle de una parte de mi vida que nunca querré olvidar. Lo evoco con levedad, porque el paso del tiempo ha endulzado la nostalgia, paladeando, verso a verso, la canción que más veces he escuchado entre una discografía que casi puedo recitar:

Donde nos llevó la imaginación

donde con los ojos cerrados

se divisan infinitos campos.

Donde se creó la primera luz,

germinó la semilla del cielo azul.

Volveré a ese lugar donde nací.

De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo.

De nieve, huracán y abismos el sitio de mi recreo.

Viento que en su murmullo parece hablar,

mueve el mundo y con gracia le ves bailar,

y con él el escenario de mi hogar.

Mar bandeja de plata, mar infernal,

es un temperamento natural,

poco o nada cuesta ser uno más.

De sol, espiga y deseo son sus manos en mi pelo.

De nieve, huracán y abismo el sitio de mi recreo.

Silencio, brisa y cordura dan aliento a mi locura.

Hay nieve, hay fuego, hay deseos, allí donde me recreo.

(El sitio de mi recreo)

El otro libro es un capricho que no se me habría ocurrido: «Madrid&New York, semejanzas» (Ediciones La Librería. Madrid, 2009). Con prólogo de Elvira Lindo, textos de Ángel del Río y fotos de Raúl Cancio, explora parentescos entre dos ciudades que me embrujan. Redescubrí Madrid, mi casa durante casi media vida, después de un primer viaje a Nueva York y no me parece extraño buscarlas parecidos.

Nueva York y Madrid comparten algo de ese latido interno de las grandes urbes que están habituadas a redimirse a sí mismas. Se parece a compartir los años y los sobreentendidos de la amistad. Ese territorio de afectos sin condiciones, que se navega sin necesidad de brújulas, ni mapas.

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